Sueños

 

 

Para su alma inquieta, la existencia "normal" era demasiado monótona y aburrida para satisfacer su deseo de saber más y más, ya fuera sobre nuevos libros, países, personas o formas de vida. Para él, lo insoportable era que no hubiera una nueva aventura a la vuelta de la esquina. Hasta donde alcanzaba su memoria, veía a una persona inquieta a la que nada satisfacía si se convertía en una pauta monótona en su vida. Necesitaba sobresaltos y novedades constantemente. Esta faceta suya siempre le daba miedo y le preocupaba, a menudo cuando era mucho más joven, pensaba que era algo inherente a la juventud que atesoraba y que el paso del tiempo lo curaría. Sin embargo, habían pasado dos décadas desde aquellos tiempos y él seguía siendo exactamente el mismo. Tenía la sensación de vivir de manera continua en un sueño en el que no existía ninguna coherencia alguna de los sucesos, y le encantaba.

 

No podía ver nada, ni siquiera un paso por delante. La niebla era tan espesa que tenía que caminar paso a paso y con mucho cuidado por donde pisaba. La nieve caída la noche anterior convertía el terreno muy resbaladizo y mucho más difícil de lo habitual para caminar. Aunque el hecho de no saber lo que le esperaba en el siguiente paso hacía que la situación resultara de forma inesperada atractiva para su espíritu aventurero.

Al pasar por un terreno blando y arenoso, pensó que se acercaba a la playa, pero al dar el siguiente paso se llevó un gran susto. Mientras estaba asegurando el terreno donde caminaba, se encontró de repente al borde de un precipicio a punto de caer desde una altura considerable. Mientras se esforzaba por mantener el equilibrio, no pudo agarrarse a nada y resbaló, e inexorablemente, con el terror atenazando toda su alma, se precipitó hacia el mar que se divisaba tenuemente bajo sus pies. No se había dado cuenta, pero había errado el camino desde donde se bifurcaba al pie de la colina, y en lugar de ir hacia el oeste, que era el camino correcto hacia la playa, había ido directamente hacia la roca.

Recordó que siempre le habían fascinado tres cosas: el mar, la niebla y la nieve. Y esa noche los tres elementos se habían reunido para su disfrute y quiso aprovechar para estar en la playa, observando y meditando al mismo tiempo.

Qué ironía, la niebla había sido la causa de su error al elegir el camino equivocado y la nieve, la razón de su resbalón y caída por el acantilado y el mar, era lo que le esperaba impasible bajo sus pies. Debajo, se oían las olas que pugnaban por abrirse paso entre las rocas que se les resistían, aunque se veían las cicatrices de cientos de años de lucha incesante en el cuerpo de las piedras que parecían los peones defensivos de la línea del frente de tierra firme.

 

Sintió el aire húmedo en la cara y recordó la vez que había estado en la playa una noche parecida, soñando. Parecía vivir siempre en sueños, sin ninguna conexión tangible con la realidad, la vida que los demás consideraban "real", para él no tenía sentido ni significad. Siempre se había preguntado de qué estaban hechos los sueños. Para él, la respuesta era en parte que los sueños están hechos de las ilusiones y los anhelos de la gente, pero la mayoría de la gente se había olvidado de perseguirlos con todas sus fuerzas, por no hablar de vivirlos. Porque se conformaban con lo que tenían, poco o mucho, daba igual, habían perdido la cualidad de ser curiosos y ambiciosos al mismo tiempo. Estas cualidades destacan fundamentalmente en los niños, porque éstos no tienen en cuenta las consecuencias de sus actos, por lo que son más valientes en las metas que se proponen.

 

Era consciente de que seguía siendo el niño que fue y no había perdido su alma infantil, de ahí su ceguera para emprender cualquier aventura que pareciera atractiva para su espíritu libre.

 

Nunca permitió que le coartaran sus pensamientos ni sus sentimientos, tenía la costumbre de expresarlos con vehemencia y franqueza, no sabía contenerse. No sabía ser hipócrita, y a veces eso jugaba en su contra. Puesto que en la vida real las personas no son lo que parecen, sino exactamente lo que no parecen.

Seguía cayendo hacia el mar, y continuaba con sus pensamientos, se decía a sí mismo, qué es la vida sino constantes bifurcaciones en el camino que exigen una elección a cada paso. No sabía si en su vida había acertado más que errado en tales elecciones. Pero, ¿quién podría saberlo? ¿Podría alguien adivinar que si hubiera elegido el otro camino habría tenido una vida mejor de la que tenía? Lo que sí sabía era que uno debería vivir de acuerdo con sus sueños, con intensidad. En este caso, estaba convencido de que acertaría en la elección. Siempre había intentado vivir de acuerdo con esta idea. Por eso ni siquiera se había casado y, por supuesto, no tenía descendencia, porque creía que cualquier tipo de atadura que pudiera vincularle a un compromiso, le restaba libertad para vivir en sus sueños.

 

Ahora pensaba: ¿realmente se había equivocado al elegir el camino de las rocas? Llegados a este punto, ya no tenía una respuesta clara a esa pregunta.

En su mente comenzaron a asomar las figuras de quienes ya no caminaban con él en este mundo "real" desde hacía largo tiempo. Los echaba de menos con todo su corazón, sin embargo, ni por un momento había dejado de vivir con ellos en su pensamiento, así como con los que sí  estaban, pero no tan cerca como le hubiera gustado.

 

Vivía en el mundo de los sueños, un mundo conectado con la eternidad, que carecía de un fin. Los sueños, los pensamientos y el amor, pensaba, estaban hechos de la misma sustancia, de modo que aquellos seres que se encontraban lejos de él estaban en realidad tan cerca que nada en este mundo podía alejarlos. Gracias a que estaban en sus pensamientos, viviendo a través de sus sueños envueltos en un profundo e intenso amor.

¿Qué es el amor?, pensó; necesidad, anhelo y unión, se respondió. La unión del yo, y ése, precisamente, era el motivo de sufrimiento y regocijo al mismo tiempo, cuando sus seres queridos lo experimentaban. Sí, la unión era la respuesta. El anhelo y la necesidad se satisfacen con la unión.

Todo ese sentimiento llamado amor que brotaba de las profundidades del alma era uno y nada más que uno, sin importar cómo se manifestara, hacia un amigo, una madre, una novia... Al fin y al cabo, el amor era en esencia el mismo sentimiento en todas sus formas, sólo que expresado en distintos lenguajes y escrito con otros alfabetos. Así que, pensó; es posible que la elección del camino de esta noche haya sido una sabia elección, ya que, siempre supo que no pertenecía a este mundo. Un mundo de hipocresía y falsedades donde parecía que la gente actuaba en lugar de vivir, se reprimía en lugar de dejar fluir libremente sus sentimientos.

 

Echó una mirada hacia abajo, quedaba poco para que su cuerpo llegara al mar, y gritó: No me despertéis, dejadme seguir soñando, no me despertéis, dejad que mis sueños me sigan envolviendo por siempre jamás.


Pintura: Casper David Friedrich ( El Caminante sobre el Mar de Nubes)

 


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