A Propósito de Charlie Kirk

En una sociedad verdaderamente libre, las discrepancias políticas deben resolverse con ideas, argumentos y palabras. Ese es, y no otro, el sentido profundo de la libertad de expresión: un pilar esencial de toda democracia sana. Pero conviene recordar que no se trata simplemente de “tolerar” lo que el otro dice; se trata, sobre todo, de respetar su derecho a expresarlo, e incluso de defenderlo con firmeza cuando corre peligro, aunque sus ideas nos resulten incómodas o radicalmente opuestas a las nuestras. El día en que ese principio deje de estar vigente —y no son pocas las fuerzas que parecen empujarnos en esa dirección— estaremos abriendo la puerta al abismo del totalitarismo. Porque perder la libertad de expresión no es un matiz secundario: es perder la libertad misma. Y ese, con todas sus letras, es el verdadero rostro del fascismo. El atroz asesinato de Charlie Kirk ha vuelto a poner en evidencia hasta qué punto estamos jugando con fuego. No solo por el crimen en sí, que ya re...